lunes, 24 de diciembre de 2012

Capitulo 127 ♥


Pedro siguió cantando todas las canciones del CD de los auténticos, hasta la última de ellas grito con toda la pasión, después continuo con el CD de Ciro, Paula ya se estaba poniendo de mal humor. Le gustaba que le dedique una canción tierna, como había hecho al principio pero no que se cante dos CD's completos y desafinando de la forma en que lo estaba haciendo.

Pau: Bueno gordo, ya estaría con el mini recital, ¿no?
Pedro: Una canción más, porfis.
Pau: Pareces un nene cuando decís así. (Sonriendo) Una mas y después silencio por un rato. Porfa.
Pedro: okey. (Haciendo puchero)
Paula: ¿Parás en la YPF de allá Pepe? (Señalando hacia adelante donde se veía un cartel en el cual se leía el nombre de esa estación de servicios) Así Moro hace pis y toma un poco de agua y yo hago lo mismo que él.
Pedro: Dale, allá vamos. Yo también quiero ir al baño. (Sigue cantando la última canción como había prometido)

En pocos minutos salen de la ruta y dejan el auto en la playa de estacionamiento de la YPF para poder ir al baño y estirar unos minutos las piernas antes de continuar el viaje. Lo bajan a Moro con la correa y Pedro lo pasea cerca de los árboles para que haga sus necesidades mientras Pau le llenaba su tachito con agua que había llevado en una botellita especialmente para él.
Una vez que terminan de atender a Moro lo suben al auto y lo dejan allí, obvio con el vidrio un poco abierto, para poder ir al baño ellos.
Pau se pone en la fila del de mujeres, siempre había que esperar en este... Y Pedro entra directamente al de hombres, cuando sale todavía la ve a Pau en la fila, la carga un rato por ser mujer y tener que esperar y luego, tras que Pau lo calle varias veces, se dirige comprar unos caramelos para comer en lo que quedaba del viaje.
Elije unos caramelos masticables y también se tienta con unos chocolates, mientras hacía la fila para pagar miraba la televisión que había en el lugar en la cual estaban transmitiendo el noticiero. Informaban que la ruta estaba bastante cargada, que los que viajaban lo hagan con paciencia y también notificaba que el tiempo en esa Semana Santa no iba a ser el mejor en la costa atlántica. Se esperaban algunas lluvias y temperaturas bajas.
Pedro tenía la ilusión de poder meterse al mar, aunque en esa época del año no hagan los 35 grados o más que hacía en verano si había sol era lindo meterse, pero parecía que no iba a tener suerte.
Una vez que paga todo vuelve al auto y Pau ya estaba allí esperándolo para que le abra la puerta, Moro desde el lado de adentro no dejaba de ladrarle de la alegría de verla cerca.

Pedro: Menos mal que ya saliste del baño.
Paula: ¡La verdad! No sé por qué siempre hay tanta gente en el de mujeres.
Pedro: O son muchas, o tardan mucho, no sé. (Riendo)
Paula: Creo que es suma de las dos cosas. Dale, abrí que moro va a rayar todo el vidrio si sigue saltando así.
Pedro: Dale, toma las golosinas. ¡Pero los chocolates son para la noche eh!
Paula: Ufa, ¡los hubieras escondido entonces!
Pedro: Es chiste amor, cuando quieras los podes comer.
Paula: Gracias (Le da un pico y se sube al auto)

Pedro da la vuelta al vehículo y se acomoda en su lugar para continuar el viaje. A las 2 horas logran llegar. Por suerte, a pesar de lo cargada que estaba la ruta, no tuvieron que presenciar ningún accidente y en ningún momento estuvieron detenidos completamente, siempre mantuvieron un ritmo bueno.
Una vez en Costa del Este buscaron la dirección que Jose le había indicado a Pedro y encontraron una pequeña casita muy linda y con un gran parque lleno de árboles.
Se bajan del auto y se quedan observando un rato el jardín.

Pau: ¡Qué lindo! En este lugar hay una casa más linda que la otra.
Pedro: Si, la verdad. Siempre fue mi sueño tener una casita en la costa, en esta o en cualquier playa.
Pau: Y bueno, quien sabe, capaz más adelante lo cumplís… O lo cumplimos.
Pedro: (La abraza y besa) Ojala que lo cumplamos juntos. Te amo.
Pau: Yo más.

En ese momento Moro se baja del auto y empieza a correr por todo el lugar, Pedro y Pau se reían ante la emoción que tenía el perrito frente a tanto parque para él solo. Bajan las cosas del auto y se acomodan en la casa. Cuando terminan de ordenar todo, Pau, que había sido precavida saca un tupper con empanadas hechas por ella que había llevado y las pone en una fuente para calentarlas en el horno.

Pau: La primera vez que hago empanadas, eh. Espero que estén ricas. (Con miedo)
Pedro: Seguro, de a poco vas aprendiendo más cosas y todo te está saliendo riquísimo por ahora. Me parece que vos no cocinas de fiaca no más, no porque te salga mal.
Pau: Si, es por eso. Mucha fiaca me da. (Riendo) Pero por eso mismo me falta la práctica y con la práctica se van mejorando las cosas.
Pedro: ¡Con practica serias toda una cheff entonces! (La abraza por la espalda)
Paula: Cállate Pedro. Deja de decir pavadas y enjuaga unos vasos así comemos.
Pedro: A sus órdenes.

Almuerzan y con el cansancio acumulado que traían de la semana de trabajo, no querían más que dormir una siesta, encima en ese lugar había mucha paz, mucho silencio, se re prestaba para dormir un rato tranquilos.
Arman la cama entre los dos y se recuestan allí, caen rendidos.

Pedro: No sé de donde saque tanto cansancio de golpe, pero venir acá y relajar, alejarme de las responsabilidades me dio muchísimo sueño.
Paula: Posta que a mí también. Hace bien cambiar un poco de aire. Bajar unos cambios.
Pedro: Si, la verdad y más si es con vos.
Paula: Que meloso estas últimamente.
Pedro: Es que cada día me enamoras más.
Paula: (Muerde su labio inferior a causa de la ternura que le daba lo que decía su novio) Y vos a mí. (Lo besa con mucho amor y luego se recuesta sobre su pecho) Che, cada vez se pone más oscuro el día. (Mirando por la ventana)
Pedro: Si, cuando entre en el kiosko de la estación de servicio a comprar las golosinas, en el noticiero decían que el clima de estos días no iba a ser el mejor, bastante nublado y mucha probabilidad de lluvia.
Paula: Parece que mucha playa no vamos a tener.
Pedro: No me importa, solo quiero disfrutarte a vos. (Besándole la cabeza y atrayéndola más hacia él) ¿Dormimos un rato, no?
Paula: Si, pone el despertador a las 5, porque son las 3, pero puedo pegarle derecho hasta la noche si nadie me despierta.
Pedro: Dale, lo pongo a esa hora así merendamos en la playa… Si el clima nos lo permite.

Efectivamente ninguno de los dos se levanta antes de que el despertador suene, hasta Moro se había quedado profundamente dormido a los pies de la cama. Una vez que se despiertan, preparan el mate pero como ven que afuera se había levantado un poco de viento y la temperatura había descendido bastante deciden merendar en la casa.
Luego de unos ricos mates, se abrigan un poco y salen a caminar por la playa llevando a Moro con la correa. El perrito que nunca había pisado la arena, al principio quería correr todo el tiempo, parecía que le daba asco, caminaba raro y Pedro se descostillaba de risa. “¡Menos instinto animal tiene! Los malcrías mucho Pau…” Comentaba mientras reía.
 Tras estar más de una hora caminando sin parar por la playa, tomados de la mano y charlando de todo lo que se les ocurriera, deciden pegar la vuelta, tampoco querían alejarse ni cansarse tanto.
Cuando volvían les parecía que no llegaban más.

Paula: Caminamos mucho, eh. No me pareció tanto a la ida.
Pedro: Es que para aquel lado teníamos viento a favor. (Dice señalando hacia sus espaldas) Ahora vamos haciendo esfuerzo.
Paula: Si, es verdad. Ya quiero llegar, encima las nubes cada vez son más feas, me dan miedo las tormentas, lo sabes. Más si estoy al descubierto.
Pedro: No pasa nada tonti, estás conmigo.
Paula: Gracias…

 Efectivamente el cielo se ponía cada vez más oscuro, hasta Moro lo notaba y se ponía nervioso poco a poco. A él tampoco le gustaban las tormentas. Pau iba caminando bien cerquita de su novio quien la abrazaba por los hombros, y rogaba llegar pronto a la casa, solo quería estar bajo techo.
Para mala suerte de los tres, justo doscientos metros antes de llegar a la bajada de playa por la que salían a la calle en la que se encontraba la casita que habían alquilado, la lluvia comenzó a caer. Caía suave, eran gotas pequeñas, pero el viento de frente hacia que se empapen, para colmo el agua estaba congelada y les calaba hasta los huesos.

Pedro: Dale Pau, camina un poquito más rápido así llegamos.
Paula: Es que tengo mucho frío. (Decía mientras tiritaba)
Pedro: Por eso, dale, vamos.

Aceleran un poco el paso y consiguen llegar bajo techo antes que lo peor de la tormenta se desate con mayor fuerza.

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